viernes, 27 de octubre de 2017

Tarantino

Mes triste, ha cerrado Aficciones, una web en la que puntualmente colaboré.
Como despedidad, rescato la que en mi opinión fue el mejor texto que publiqué.

No quisiera dejar pasar ni un segundo para empezar a hacer amigos. Así que no veo mejor momento para recordar una de mis más polémicas frases:

“Tarantino, el director de los que no tienen ni puta idea de cine”. 

No me juzguéis todavía. He de reconocer que esta controversia barata no es del todo cierta. Pero sí es germen del asunto que me trae hoy aquí. Hace años que observo un comportamiento común entre mis coetáneos. Se trata de la tremenda admiración hacia el fantástico (lo digo de corazón)  cineasta Quentin Tarantino. Admiración que se convierte en fanatismo a la hora de explicar sus cine. Fanatismo que se torna extremismo cuando de defenderlo ante ingratos como yo se trata.

Y yo me pregunto, amigo Tarantino: ¿Qué les das?

¿Qué tienes para ser idolatrado? ¿Por qué la gente te admira por encima de tantos otros? ¿A qué se debe que tu aura resplandezca siempre brillante? ¿Por qué nadie reconoce que el diálogo de “Like a Virgin” es una gilipollez? ¿Por qué Pulp Fiction me aburre? ¿Por qué, a pesar de tu legión de incondicionales, nadie ha visto Jackie Brown? ¿Por qué Malditos Bastardos (edito: Odiosos 8) me parece tu mejor película? ¿Por qué cada día se te acerca más la barbilla a la boca? ¿Por qué no te metieron en la cárcel por Death Proof? ¿Por qué en Django veo un leve rayo de esperanza? ¿Por qué no te puedo amar como el resto? ¿Qué me pasa, Quentin?

Así que me decidí a revisar de nuevo lo que para muchos es la cúspide de su cine. Kill Bill. Las dos, por si acaso. Quería saber qué era lo que veía la gente en aquel refrito de películas y géneros olvidados. Qué veían en ese popurrí de elementos. En ese remix de panchitos y pipas. En esa recopilación de ambientes y escenas digna de documental de cine. Y entonces, mientras disfrutaba de una lucha con katana en pleno desierto cowboy, lo comprendí.

Tarantino es El Cine. Es el remix de los top de YouTube. El recopilatorio de lo mejor y lo peor metido a capón. Es la lista de “Películas que ver antes de morir” que nunca verás. Tarantino te trae dosis de cine suficientemente asequibles como para ser digeridas. A la gente le gusta tirarse el rollo, le gusta saber de cine y le gusta tener una opinión asentada. Pero no le gusta tragarse mierdas en blanco y negro. La gente pasa de perder tiempo en los clásicos de cine. La gente lo quiere todo ya. Y ahí aparece Quentin Tarantino. Es como el Ferrero Rocher. La exquisitez de Isabel Preysler en el supermercado de barrio. Tarantino es la calidad asequible. Tarantino es una opinión válida, asentada y suficientemente profesional.



Y no sólo es la wikipedia del cine. Tarantino es un Estatus. Tarantino es lo caro de lo barato. Es beber Jack Daniel´s con Coca-Cola. Suficientemente lejos de la pedantería pero un paso por delante de la vulgaridad. Tarantino es quedar bien. Es ver cine sin verlo. Es saber de cine sin saber. Es quedar bien. Saber de todo y de todo entender.

Yo te alabo, de verdad, fan de Tarantino. Sabia elección. Mejor esto que ser un moñas. Tarantino es la jugada ganadora. ¿Qué quién es mi director favorito? Tarantino, porque es un transgresor. Y ya está, quedas como un señor. ¿Cine antes de los años ’90? Lo que el Viento se Llevó y alguna de gladiadores.

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