lunes, 5 de marzo de 2018

La forma del agua



Ya dije que es una pena que no esté ambientada en Navidad, así la podríamos ver todos los diciembres en Antena3. Una historia que bien podría haber ganado el Oscar en el año 1960 pero que se lo lleva en 2018. Guillermo del Toro ha estado en el lugar correcto, en el momento exacto. Tras un par de años de Oscars reivindicativos (curas pederastas, negros gayers) este año tocaba premio al espectáculo de Hollywood; y ahí estaba el mexicano de los 200 kilos con su cuento de niño pequeño.
Esta es la historia de Eliza Espósito, una mujer muda que vive en una casa llena de moho y goteras. Es pobre, y muda, y trabaja pasando el mocho en una base super secreta de experimentos y mierdas. A pesar de ser un edificio top-secret, Eliza (que es muda) y su compañera (que es negra) entran y salen como si estuviesen en su casa. 
En una de sus idas y venidas con la mopa por las salas de experimentos, Eliza, que es muda, se encuentra con El Monstruo del Lago. Y claro, empatizan. ¿Por qué? Porque Eliza, no se si nos hemos dado cuenta, es muda. El monstruo del lago no la juzga por ser muda (ojo que sensibilidad) y ambos comienzan una relación que se forja en diez minutos. El monstruo del lago se traslada a vivir a la bañera de Eliza y ahí se dan mandanga (sí, se dan mandanga) hasta que Eliza cae en la cuenta de que vive en una zona costera y lo puede devolver al mar cual salmonete.

Lo mejor: La decadencia de los Oscars. Éste año han votado por descarte, como cuando votamos en España en las elecciones.
Lo peor: En ocasiones me ha recordado a Amélie, pero en cutre. Una Amélie que no ha salido de  su pueblo, Hollywood. Encerrada en una historia manida y repetitiva pero con dinero.
Conclusión: Os juro que un poco el trasfondo de la película es retratar a la gente que no encaja del todo en la sociedad de una época determinada. Una mujer muda, un hombre homosexual, una mujer negra, un espía ruso que es buena persona y un monstruo del lago. Toca todos los palos.


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