martes, 4 de febrero de 2014

Asalto y robo de un tren


Gañanes, os traigo un poco de cultura. Ni más ni menos que el primer Western de la Historia del Cine. Una maravilla de 10 minutos rodada en 1903 por Edwin S. Porter. En este enlace la podéis ver, pero como se que todo lo anterior a Tarantino os da pereza, os la voy a desgranar escena a escena.

Escena 1: Unos asaltantes entran en la oficina de la estación de tren a punta de pistola. La pasiva colaboración del oficinista no es suficiente para evitar que se lleve una hostia gratuita. Tras dejarlo inconsciente, se dan poca maña para maniatarlo.

Escena 2: La banda de asaltantes sube al tren con más miedo que vergüenza.

Escena 3: Entran en un vagón donde se encuentra un sobreactuado operario que les recibe a tiros. Tras un breve tiroteo a espeluznantemente corta distancia, el operario aprovecha sus últimos instantes de gloria en el celuloide para lucirse con una muerte sobrecogedora (además ojito que se queda literalmente tieso en el suelo).

Escena 4: Toman la cabina del tren. El conductor intenta impedirlo hasta que, debido a los puñetes recibidos, se transforma en un pelele inanimado.

Escena 5: Separan la locomotora del resto de vagones del tren.

Escena 6: Los asaltantes atracan a todos (y me refiero a todos) los pasajeros en una escena bastante cansina. Menos mal que se ameniza con el intento de huida de un pasajero que, al ser disparado, interpreta la segunda gran muerte de lo que llevamos de película.

Escena 7: Los bandidos huyen en la locomotora.

Escena 8: A los veinte metros los bandidos se bajan de la locomotora.

Escena 9: Huyen por el bosque hasta que se encuentran con la prueba de las "Zamburguesas" que salía en Humor Amarillo. No todos la sortean con la misma suerte.

Escena 10: Volvemos a la oficina de la estación de tren donde está el señor inconsciente y maniatado. Una niña al estilo Caperucita Roja lo descubre y lo zarandea hasta dislocarle el hombro. Reza y sobreactua hasta que el hombre despierta.

Escena 11: Interior de un bar. A pesar de ser de día, varios borrachos bailan. Incomprensiblemente una mujer va de amarillo. Obviamente en un mundo monocromo esta mujer irradia sensualidad y todos quieren bailar con ella.
En un momento dado entra un hombre y se marca un baile en medio de la dance floor. Al rato entra otro hombre y da la voz de alarma de lo sucedido en la estación de tren. Los parroquianos, envalentonados por el alcohol, salen del after en busca de los bandidos.

Escena 12: Borrachos a caballo sedientos de venganza.

Escena 13: Los bandidos son encontrados por esa turba de gente cegada e inconsciente que, con más humo que disparos, los ajusticia sin piedad. 

Escena 14: Esta última escena la rodó el director para lucirse. Sale un cowboy con bigote que dispara a cámara. Los espectadores de esa época que no viesen la película de los Lumière del tren que parece que te va a pillar seguro que se asustaron.

Lo mejor: El aleatorio afán de colorear el humo de los revólveres. Es fascinante ver cómo la sangrienta matanza final se convierte en un carnaval multicolor de risas y muertes estrafalarias.
Lo peor: El actor que huye cuando los bandidos están atracando a los pasajeros. Una eterna indecisión y un lamentable sprint legitiman su penosa muerte.
Conclusión: Os juro que se me caen las lágrimas de la emoción al ver estas maravillas.

2 comentarios:

  1. A mí se me han caído las lágrimas de la risa. Antes de leer la crítica he tenido la buena idea de ver la película, con lo cual el efecto es aún mejor.

    Si tengo que señalar algo en especial, sin duda la muerte del operario y su mortífero duelo a dos pies de distancia.

    Genial crítica, amigo. Aunque Tejeda te colgaría de los cojones sin dudarlo por ella.

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  2. He de decir que esto lo he escrito desde el cariño. Otras críticas salen del odio, pero esta desde el cariño. Películas como esta son entrañables pero con un nivel irrisorio alto

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